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¿Qué deben ser los desafíos?


¿Negacionistas?















Habida cuenta que pertenecemos a una Sociedad de Médicos Escritores y que los Desafíos son nada más que un remedo de los ejercicios habituales de un Taller Literario, es lógico esperar que cuando se plantea uno de ellos la respuesta contenga cierta dosis de preocupación artística. Yo hubiera querido que la mía fuera en ese tono y hasta había pensado posibilidades al respecto.

Pero, afortunadamente siempre hay uno, otras urgencias atrajeron y ocuparon mi desvelo, porque cuando la barriga chifla hay prioridades que no esperan.

Se trataba esta vez, en el Desafío, de responder qué era lo que sentíamos cuando leíamos, veíamos o escuchábamos determinada obra. La propuesta estaba abierta a varios sentidos y yo leí, escuché y vi, algo que me creó una zozobra impresionante y no es porque a esta altura de mi vida muchas cosas me sorprendan. En todo caso estoy acostumbrado a que ocurran, lo que me inquieta es que no le encontremos solución y se reiteren ad infinitum.

Leí, vi y escuché a “negacionistas”, así se les denomina por una simplificación genérica que, como todas las de su clase, es, ya lo sé, incompleta, por tanto imperfecta y hasta quizás peyorativa y desmerecedora. Pero, con el perdón de la palabra, aceptémosla por ahora sólo como una contraseña sencilla para entendernos.

Perdonen si esquematizo sus opiniones, digo las de los “negacionistas”, de modo simple, escueto y sin la trascendencia que ellos pretenden atribuirles a sus afirmaciones. Hay que considerar, en estos y otros muchos asuntos, mi naturaleza rasante afecta, por demás, a razonamientos pedestres poco complicados.

En síntesis, ellos niegan la importancia que le asignamos a la pandemia, descreen de la utilidaddel tapabocas y hablan de distintos tipos de maquinaciones, que van desde un modo de deshacerse de una población de viejos a un recurso que los gobiernos idearon para que la gente no salga de sus casas, hasta un negocio para que los laboratorios se llenen de guita con las vacunas, etc., etc.

En toda esta pirotecnia que denuncia conspiraciones, hay puntos que me llaman profundamente la atención por la debilidad deductiva que exponen y por la absoluta ausencia de un pensamiento científico que trasuntan.













No deja de extrañarme que en este grupo hay algunas personas a las cuáles admiraba y valoraba por sus planteos, sus conocimientos y en términos generales, su manera de pensar. Aclaro que siempre sostuve, hoy y ayer, que en una sociedad democrática todos tenemos derecho a expresar nuestra propia opinión, ese es un principio básico, pero al integrar un colectivo entiendo, a la vez, que lo que sostenemos debemos respaldarlo con argumentos racionales demostrables, porque si no estaríamos trasmitiéndole a la comunidad ideas falsas o sin consistencia y eso por una razón elemental de derecho público estaría mal, muy mal, porque causaría posible daño a terceros. Cuando además de la postura que se asume surgen acusaciones infundadas se entra en un terreno muy peligroso, seguramente mucho peor que el que se pretende denunciar. A saber: entienden que el uso obligatorio del tapabocas coarta la libertad individual. Deesa y otras medidas preventivas deducen que vivimosen un estado similar al nazismo y al stalinismo. Reitero, me duele leer, ver y escuchar, a personas que conceptuaba bien, decir tales cosas. Que el estado uruguayo, despuésde la dictadura, ostenta un tufillo totalitario resulta exagerado, ¿no creen? Después de cuarenta y cinco años de restablecida la democracia, hubo cosas que faltaron hacer, perduran inequidades no resueltas, se podría haber avanzado más en variadosterrenos, pero de ahí a compararnos con regímenes oprobiosos resulta un insulto gratuito, que se enmarca en un movimiento, a esta altura ecuménico, de generar odio y provocarantagonismos extremos entre el bien y el mal y desparramar miedo a diestra y siniestra, instaurado el cual quién no piensa como yo es mi enemigo y debemos encerrarnos, los elegidos que pensamos similar, en el búnker privado para protegernos de los “extraños” y desde ahí atacarlos y eliminarlos. Si me operan de apendicitis espero que el block operatorio este desinfectado, que el material que se use esté esterilizado, que todos quienes intervienen en el acto quirúrgico hayan cumplido el arduo lavadode manos, se hayan calzadolos guantes y se hayan puesto el tapabocas. ¿Cómo, tapabocas, sirve para prevenir infecciones? Cuántos años de uso innecesario si realmente no resultara útil para lo que se utiliza. No recuerdo, en mi larga vida como estudiante y luego como médico, que ninguna enfermera, ningún cirujano, ningún paciente, ningún familiar de paciente, hayan hecho una denuncia por su uso y mucho menos que hayan sentido coartado su libre albedrío por ponérselo. Porque parece existir acuerdo internacional contundente, que es una protección no sólo para nosotros sino también para los demás.


Es cierto que en muchos lugares la pandemia se politizó, también lo es que los laboratorios en muchos casos hacen la suya. Todos sabemos de medicamentos efectivos pero baratos que dejan de producirse, que hay genéricos de menor precio elaborados por ellos mismos en competencia con sus propias marcas legítimas, que no investigan más en antibióticos porque la investigación lleva ocho años y la resistencia bacteriana se establece en tres, que otorgan grandes descuentos en la compra de medicamentos a países con muchas población, que, sin embrago, no les hacen a los que son más pequeños, etc., etc., pero de ahí a discutir las vacunas, vamos, vamos: tétanos, viruela, poliomielitis, sarampión y no sigamos porque la lista es larga, la humanidad, negocios aparte, les debe mucho a ellas. Queda por debatir, en un estricto nivel de derechos individuales, si alguien puede negarse a recibirla. Fuera de incompatibilidades, alergias o intolerancias, es algo a discutir. Desde el punto de vista sanitario y en función de preservar la salud poblacional, podremos deliberar si alguien puede esgrimir ante la ley el derecho a decidir no vacunarse, pero debemos saber que al hacerlo está poniendo en riesgo al colectivo social, que a mi entender está primero y nada impide que si como sociedad queremos darnos esa solución, vacunarnos todos, podemos hacerlo. Pero, además ellos, los que pedí permiso para llamar “negacionistas”, incurren en argumentaciones falaces, algunas veces y otras equivocadas. No me pidan que de las referencias para lo que acabo de decir, personas más encumbradas e informadas en esos temas que yo ya lo han hecho y sus testimonios los pueden leer, ver y escuchar en los respectivos medios si se preocupan por buscarlos. Así como yo lo hice pueden hacerlo ustedes y todos aquellos interesados en el tema. Costavalle, un excelente profesor de Química que tuve en Preparatorios, sostenía que el conocimiento no hay que dárselo digerido a los alumnos sino que hay que enseñarles a buscarlo. Por tanto, me remito a él. De sobra sé que los postulados de la ciencia son temporarios y sujetos a modificación, a condición que nuevas investigaciones válidas los sustituyan por otras verdades, que siempre serán relativas. Cuando entramos a la Facultad de Medicina, hace sesenta y siete años, nos enseñaron que la neurona era una para toda la vida. Después apareció el concepto de la neurogénesis y de las células madre y tuvimos que modificar nuestra manera de entender muchas cosas. Lo mismo con el impacto que tiene la experiencia en el desarrollo del cerebro o la importancia de las neuronas espejo que dimensionó la imitación como un acto inteligente más allá de una réplica meramente especular. Hoy destacados científicos en todo el mundo han coincidido en reconocer la gran contagiosidad del virus, su capacidad de provocar recaídas, su tendencia a mutar, la alta


letalidad que provoca y han considerado que la vacuna, con todas las consideraciones que tiene cualquier producto que se emplee en Medicina, es un recurso válido. Punto.

Para mí tiene la palabra la Ciencia. ¿Puede estar equivocada? Sí. Pero si lo está hay que demostrarlo con hechos. Y hoy por hoy la evidencia demuestra lo que la mayoría de los científicos sostienen. Yo que no tengo intereses creados con los laboratorios, con ningún partido político, con ninguna religión ni con ninguna institución, excepto el Montevideo Wanderers del cual soy nada más que hincha, ni siquiera socio, confío en la metodología científica y en quienes la respetan y aplican a rajatablas.

La pandemia entre otras muchas cosas negativas, dejó muertos, incluso colegas y compañeros de equipo en el cumplimiento de una labor que su compromiso profesional les mandataba cumplir. A veces ese tipo de compromiso práctico resulta inentendible desde el confort de un escritorio.

Tiendo a solidarizarme con las minorías cuando estas son segregadas o estigmatizadas injustamente y a plegarme a sus reclamos si entiendo que estos son justificados. Los “negacionistas” constituyen una minoría que lejos de generarme solidaridad, no digo que me provoque rechazo sino preocupación, porque siento que van a contrapelo del conocimiento científico, de la realidad clínica y lo hacen con un estilo agresivo que en nada favorece el sano intercambio de ideas que nos ayude a encontrar entre todos la pretendida verdad que alumbre nuestro camino, sin odios, sin rencores, sin grietas entre nosotros, como ciudadanos civilizados que aspiramos en armonía y en paz a vivir mejor, como individuos, como familia y como país. ¿Será posible? Ese es el verdadero Desafío.


Miguel Cherro, febrero 2021-



Fue Profesor de la Clínica de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Hospital Pereira Rossell y Director de dicha Clínica.


Actualmente, se desempeña como docente en el Posgrado de Psicología de Niños y Adolescentes de la Universidad Católica, en el Instituto de Psicoterapia Psicoanalítica de AUDEPP y en la Clínica Uno.


Fue Profesor en la Universidad Complutense de Madrid (España) y en la Universidad de Nagoya (Japón).


Ocupó la Presidencia de la Sociedad Uruguaya de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia (SUPIA) en un período y la Presidencia de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP) en dos períodos.


Fue Coordinador de la Mesa Interinstitucional para Niñez con Capacidades Diferentes (MINCAD) entre los años 2001 y 2007.


Entre 1996 y 2004, fue Vicepresidente de la Internacional Association of Child and Adolescent Psychiatry and Allied Professions (IACAPAP) y, entre los años 1992 y 2000, fue Vicepresidente Regional de la World Association for Infant Mental Health (WAIMH). Desde el año 1997 hasta el 2001, fue Vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Psiquiatría y Psicopatología de Niños y Adolescentes (FLAPIA).


Autor de dos libros, ha publicado capítulos en libros nacionales y del exterior, y artículos en revistas nacionales e internacionales.


Realizó una pasantía en las Universidades de: Estados Unidos (Colorado y New Orleáns), Francia (Paris), Alemania (Marburg), Bélgica (Lovaina La Nueva), Suiza (Ginebra) y España (Bilbao).


Ha asistido de forma sostenida a diversos Congresos nacionales e internacionales, desde el año 1975.


En 1986, obtuvo una Mención al trabajo presentado en La Rencontre Latino – Americaine de Psychanalyse: le Psycanaliste sous la terreur (París) y, en el año 2004, el Premio Eloísa García Etchegoyen de Lorenzo (México).



 

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