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  • Foto del escritorCarlos Brackmann

COLUMNA BRACKMANN


GUERRA DE NARRATIVAS

El escenario actual que estamos viviendo es impresionante.

En una era en la que creíamos que la ciencia y el conocimiento serían predominantes debido a los avances tecnológicos que ampliaron el acceso de la población a la información casi en tiempo real, lo que hemos visto es una, por así decirlo, "guerra de narrativas".

El mismo hecho es tergiversado a merced de la ideología defendida sin ningún compromiso con la verdad y la información, sobre todo porque muchos polemistas y expertos en no chorradas se jactan de un conocimiento que no tienen o no tienen.

Buscan en las redes frases o mensajes de efectos para sustentar sus tesis filtradas.

Hablan de liberalismo o comunismo sin siquiera haber leído un solo libro sobre estos temas, así como confunden “Kafka” con “kafta” o “Carl Marx” con “Max Weber”.

Las redes sociales que más parecen redes de psicópatas o sociópatas tergiversan los hechos y allanan el camino para las más variadas ofensas, causando revuelo entre familiares y amigos.

Lo que solía ser una herramienta para unir a las personas, en realidad las está separando.

Y lo más increíble es que nos está imponiendo una nueva forma de leer, lo más superficial posible y preferiblemente con el menor número de caracteres.

Un libro... No, es demasiado largo.

Un texto en internet de más de dos páginas... Demasiado largo, no tenemos la bolsa.

Y así, la estupidez, la pereza y la falta de cultura vociferan formando un caldero perfecto para que surjan guerras narrativas.

Y para los que están en el poder, la premisa de que cuanto más tonto e ignorante es el ciudadano, más fácil de manipular, una máxima que es más antigua que Matusalén o Enoc.

Como he estado diciendo, vivimos en tiempos extraños.

En la antigua Grecia, todo “ciudadano” ateniense y aquí cito el concepto de ciudadano porque no todos eran considerados ciudadanos, pero esto es tema para otro texto, se enorgullecían de conocer todas las leyes, las cuales se debatían y predicaban en las plazas públicas. . .

Hoy, con toda la tecnología y el conocimiento al alcance de prácticamente todos, se enorgullecen de no saber nada.

¡Es la era de los que saben todo y no saben nada!

Pero volviendo al tema, ya un caso concreto sólo para ejemplificar, tomamos como ejemplo la llamada y mal llamada “libertad de expresión”.

Fíjense, queridos lectores, que la libertad de expresión no puede confundirse con la anarquía, así como tampoco es un derecho absoluto.

¿Y porque no?

Por el simple hecho de que su derecho a la libertad de expresión encuentra límites en el Código Penal y demás disposiciones penales.

¿La apología del nazismo es libertad de expresión?

No, es un delito tipificado (estandarizado).

¿Entonces puedo hablar y predicar el discurso nazi?

No, no puedo.









Nada me impide hablar, pero al hablar, seré responsable y sufriré las sanciones de la ley.

Entonces, podríamos decir que la libertad de expresión sólo sería absoluta cuando se utilice de manera responsable y respetuosa, dentro de los límites legales.

En el caso emblemático del exdiputado Roberto Jeferson, actualmente preso, no hay prisión política, ni actos dictatoriales del STF.

El exdiputado anteriormente condenado por el caso del escándalo postal predicaba abiertamente en sus canales de internet y redes la apología de la práctica de delitos, además de amenazar o instigar de manera encubierta a sus seguidores a agredir físicamente a miembros del STF, sin mencionar los delitos contra el honor de varias autoridades que practicaron los racimos.

Aún así, el STF, al igual que las demás esferas del Poder Judicial, sólo actúa cuando es provocado, es el principio de inercia del Poder Judicial.

Por eso, es bueno que seamos honestos cuando hablamos de libertad de expresión y que el STF obstaculice al país al querer interferir en todo o en todos los actos del poder ejecutivo, lesionando la independencia y autonomía entre los poderes.

Lo que se interpone es un ejecutivo que deja de gobernar y solo se ocupa de crear intrigas entre los demás poderes y la población, vendiendo una falsa idea de que él es la salvación y los demás “son el problema”.

Hasta donde sabemos, el nombre que se le da a este tipo de prácticas en todo el mundo, sin importar si el régimen es de derecha o de izquierda, es sólo uno.... ¡GOLPE DE ESTADO!

Y quien da un golpe es un dictador o un tirano de quinta categoría.

Creo que Brasil está cansado de contratiempos.

Necesitamos paz, respeto y un ambiente seguro para que podamos tener trabajo y prosperar, eso es todo.

Si el gobierno no puede garantizar esto, al menos no se interponga en el camino.


Carlos Brackmann.

 

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